jueves, 17 de mayo de 2012

BIBLIOGRAFIA:


Caro  Baroja, J. Las brujas y su mundo. Alianza Editorial. Madrid 2003
Violant y Simorra, R.. El Pirineo español, Plus Ultra Madrid 1949

Dueso J. Historia y leyenda de las brujas de Zugarramurdi TXERTOA, 2010


El Informe Salazar

domingo, 13 de mayo de 2012



En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Yo, don Alonso de Salazar y Frías, licenciado en Teología, canónigo e Inquisidor del Santo Oficio en la ciudad de Logroño, a los miembros del Tribunal de La Suprema Inquisición

 
Expongo:
Que después de examinar in situ las supuestas atrocidades atribuidas a la peligrosa secta de los brujos, no he hallado certidumbre ni indicios con qué colegir que se haya hecho algún acto de brujería real y corporalmente en estos lugares. Sino que, como yo solía sospechar de estas cosas, he añadido con la visita por mí realizada un nuevo desengaño: que las testificaciones de los cómplices solas, sin ser coadyuvadas de otros actos exteriores y comprobados por personas de fuera de la complicidad, no llegan a ser bastantes para proceder por ellas a captura de persona alguna; que las tres cuartas partes de los testimonios, y aún más, se han delatado a sí mismos como sospechosos de ser absolutamente falsos.


También tengo por cierto que en el estado presente no sólo no conviene dar nuevos Edictos de Delaciones, Entredichos y prorrogaciones de los ya concedidos, o cualquier intento de querer ventilar en público estas cosas, porque con el estado achacoso que ya tienen ellas mismas, sería nocivo y el resultado podría ser mucho peor del ya existente.


En conclusión: que a mi entender no hubo brujas ni embrujados en estos lugares hasta que comenzó a tratarse y a escribir sobre ellos; que todo son invenciones y patrañas de gentes ignorantes o de mentes enfermas...
.


—Se debería examinar si los reos que fueron sentenciados estaban en su sano juicio, reverendismo señor inquisidor—le dijo un día don Pedro Abásolo, cura de Yanci, que solía acompañarle en sus paseos matutinos por al atrio de la iglesia cuando andaba de visita por aquellos lugares—, porque su conducta parece más bien de pobres locos que de herejes; y si su enfermedad es de la cabeza, eso lo pueden curar los físicos y  galenos que las toruras y los  sambenitos.....







Brujas en Europa

jueves, 10 de mayo de 2012

A la vez que se desarrollaba en Zugarramurdi,  el proceso por brujería más relevante de la historia de España, Pierre de Lancre realizaba una feroz persecución en el País Vasco francés —en Labourd—, triste episodio sobre el que dejaría varios escritos.

El número total de víctimas de la caza de brujas no puede ser establecido de modo completamente fiable, debido a que una gran cantidad de actas de juicios se han perdido, y muchos procesos no se registraron nunca de forma oficial.

Los primeros cálculos que se hicieron eran muy exagerados, En la actualidad existe un cierto consenso, basado en las cifras parciales de que se dispone, en que el número total de procesos en Europa para toda la Edad Moderna debió de rondar los 110.000, que habrían producido unas 60.000 ejecuciones


La cuestión de si las brujos ejecutados eran o no culpables de los delitos de los que se les acusaba es objeto de debate. Dejando aparte el hecho de que muchos de los delitos que se les achacaban son imposibles según las leyes de la Naturaleza, es posible que cierto número de brujas y brujos sí practicaran la magia negra, tomaran parte en reuniones nocturnas y tuvieran una verdadera intención de dañar.


No obstante, es muy probable que la mayoría de las víctimas fueran absolutamente inocentes de practicar la magia, y su acusación respondiera únicamente al hecho de haber sido delatadas por otros procesados sometidos a tortura, o a la reacción de la comunidad ante un hecho aparentemente inexplicable.  Se debate actualmente hasta qué punto algunas de las actividades atribuidas a la brujería, como la asistencia a los aquelarres, tuvieron lugar en realidad, o son producto de la aplicación sistemática de la tortura a los acusados.

La inmensa mayoría de las personas procesadas por brujería fueron mujeres. En la mayoría de las regiones de Europa, la proporción de mujeres sobrepasó el 75%, y en algunas llegó incluso al 90%.

Esto se explica en gran medida por el fuerte carácter misógino de muchos de los tratados sobre la brujería escritos en la época (como el antes mencionado Malleus maleficarum), que consideraban a las mujeres moralmente más débiles y presa más fácil para el Diablo.

Muchas de estas mujeres eran curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así como las encargadas de cuidar niños, fueron objeto de la caza de brujas. Gran parte de ellas eran de edad avanzada, mayores de 50 años, lo que se ajusta al estereotipo tradicional de la bruja y el mismo perfil que el ya anunciado para las brujas de Zugarramurdi. La mayoría de las mujeres acusadas de brujería eran solteras o viudas, y en general pertenecían a los niveles más bajos de la sociedad.

No quiere esto decir que todas las personas ejecutadas en las cazas de brujas se ajustaran a este patrón. Muchos hombres fueron también ajusticiados bajo las mismas acusaciones, y en algunas regiones (en España, por ejemplo) el número de víctimas masculinas y femeninas fue bastante parejo, y en otros (como en Rusia) los hombres fueron mayoría.


En Suiza hubo dos casos en los que se acusó y se llevó ante el juez a grupos de niños. En el primer proceso, los niños no fueron liberados hasta que intervinieron inquisidores de Roma. En el segundo, el tribunal civil obligó a los padres a elegir entre expulsar de casa a los niños y presentar un certificado de su muerte o envenenar ellos mismos a sus hijos. Parece ser que muchos padres efectivamente envenenaron a los hijos.














Los defensores



El proceso de 1610  tuvo mucho eco no solo en España sino también en Europa y fue objeto de una importante polémica. Ello llevó al Inquisidor General, Bernardo de Sandoval y Rojas  a solicitar informe al propio tribunal juzgador y a personas ajenas a la Inquisición.


Con esta medida del Inquisidor general , las víctimas  del proceso de Logroño se encontraron, aunque tarde, con inesperados defensores .Una de las personas  a los que se le pidió opinión fue al humanista Pedro de Valencia,  que abordó el asunto desde posiciones rompedoras para la época, haciendo una profunda reflexión sobre la naturaleza de los cultos mistéricos, dejando la puerta abierta para pensar que los hechos relatados estaban más cerca del paganismo que de la brujería. Así eliminaba el carácter punible de las presuntas  prácticas de brujería.


Otro defensor fue el clérigo e inquisidor, que formaba parte del tribunal juzgador, Alonso Salazar y Frías, cuya labor consistió en demostrar con pruebas  la inocencia de los condenados.

            En relación con el proceso de Zugarramurdi, Pedro de Valencia, gran conocedor del mundo clásico, plantea que las juntas podrían ser gentes dedicadas al vicio y sus actos nada tendrían de maravillosos o extraordinarios y compara los “aquelarres” con las bacanales griegas, abriendo así la puerta  a la posibilidad de que los supuestos actos de brujería obedezcan a enfermedades mentales.


            Por otra parte, considera verdadero el pacto de las juntas con el diablo pero no por una decisión personal consciente, dice, sino producido por  visiones  que se producen en un sueño provocado por elementos tóxicos, ungüentos…

            Concluye que los actos realizados por los  condenados son humanos y naturales, sin la intervención extraordinaria del diablo, más allá de su presencia en cualquier acción malévola cometida por el hombre.

            Caro Baroja estima que en el fondo había un gran interés por exculpar a estos condenados y considera que la brujería es un vestigio en el fondo y en la forma del paganismo.
            Junto a este planteamiento humanista, de carácter teórico, de Pedro de Valencia, encontramos la acción contundente del inquisidor Alonso Salazar y Frías, que  fue uno de los tres jueces  que formaban el tribunal, se enfrentó a sus compañeros  y votó en contra de las condenas.
 
            Terminado el proceso de Zugarramurdi, Salazar inició una concienzuda investigación  que le llevó a la conclusión de que la mayoría de las acusaciones formuladas contra los reos eran falsas.


            Su trabajo tuvo especial trascendencia ya que a partir de esas conclusiones, las causas contra la brujería se vieron  con ojos distintos  a como se habían considerado hasta el momento.

          En consonancia, con Pedro de Valencia consideró, demostrándolo, que la mayoría de las declaraciones  y acusaciones eran fruto de la imaginación, la envidia o la calumnia.

            Diseñó un sistema para averiguar la verdad. Consistía en un cuestionario realizado a 420 personas, basado en cuatro puntos principales:
  • Donde estaban y como se llegaba a lugar de los aquelarres.
  • Qué actos se realizaban allí.
  • Pruebas  que acreditaran esos hechos.
  • Evidencias para declarar la culpa
Respecto de la primera cuestión, no hubo el menor acuerdo entre los interrogados y en muchos casos las respuestas fueron contradictorias. Así algunos afirmaban que llegaban volando como moscas o cuervos.

Todos insistían en el misterio para explicar sus viajes de ida y vuelta.


De forma hábil, propia de un gran jurista, demostró a los testigos y a los propios      “brujos” que los hechos descritos no habían ocurrido. Así, descubrió que una bruja  que afirmaba que el diablo le había quitado  tres dedos del pié, sin embargo seguía conservando los cinco.


Por este camino, en su informe, Alonso Salazar demuestra que  lo que se da por cierto en el proceso es una mentira, que el proceso no fue ni justo ni cristiano y se lamenta de no haber podido rebatir en su momento los flacos argumentos del tribunal. Ello lo apoya en los siguientes argumentos:

  • Se ha producido coacción sobre los procesados prometiéndoles la libertad si se confesaban culpables.
  • No se habían admitido la mayoría de las revocaciones de las declaraciones.
  • No se habían investigado las mentiras de los denunciantes, alguno de los cuales se jactaban de su mentira.

Este planteamiento, radical para la época, levantó importantes ampollas, y          “el defensor de las brujas”, como le llamaban, se vio obligado a rebatir punto por punto las críticas formuladas.


Planteaba en su defensa que la cuestión no era  negar la maldad del demonio sino acreditar que este hubiera actuado en los puntos y circunstancias que se dicen.


Si hubo un error, argumenta, no se debe seguir errando.

Pero Salazar no solo tuvo que convencer a sus colegas de la Inquisición  sino que también se tuvo que enfrentar a la opinión pública, condicionada por los sermones de los  predicadores  que provocaban una sugestión colectiva. Pone el ejemplo de un sermón  de fray Domingo de Sardo, en Pamplona, donde la gente empezó a confesar, al término del mismo, que habían participado en aquelarres.


Pero pese a las dificultades, la labor de Salazar no fue inútil. El 31 de agosto de 1614, la suprema aprobó una instrucción sobre el tratamiento de la brujería en la que se recogían los postulados de Salazar.


Con ello, este clérigo – jurista se adelantó a las ideas que muy poco después recorrieron Europa.



Desarrollo del Auto de Fe

En la madrugada del día señalado para la realización del auto se procedía a la preparación de los reos. Para ello, se les colocaba las vestimentas que deberían llevar durante la ceremonia. Los Inquisidores entregaban las órdenes respectivas al Alcaide para que condujese a los sentenciados al lugar donde se celebraría el auto. Las actividades que centraban el Auto de fe eran:

  • Procesión
  • El Juramento
  • Sermón de la Misa de Apertura
  • Lectura de las Sentencias
  • Abjuraciones, las Absoluciones y la Procesión al Quemadero
  • Misa de Clausura


La Procesión

A primeras horas de la mañana del día de auto comenzaba la ceremonia con la procesión de los reos -escoltados por la milicia inquisitorial y elementos del estamento eclesiástico- desde el local de la Inquisición hasta la tribuna preparada para ellos. Delante iba la cruz alzada de la parroquia a la que pertenecía el Tribunal de Distrito acompañado del clero y cubierta,en señal de luto, de un velo negro. Cada reo iba acompañado por dos Familiares del Santo Oficio.

El orden en que desfilaban era variable pero generalmente era el siguiente:

  • En primer lugar. Estatuas o efigies de Ausentes y/o Fallecidos : llevaban, cada una,un rótulo -con el nombre y delito de la persona que representaban- coroza y sambenito. Las estatuas de difuntos, adicionalmente, portaban unas cajas con los huesos de los condenados a la hoguera.
  • Penitentes descubiertas las cabezas, sin cinto y llevando un cirio. Algunos llevaban sogas en el cuello en señal de que serían azotados o irían a galeras.
  • Reconciliados vistiendo sambenitos con grandes aspas.
  • Relajados al brazo secular (condenados a muerte) llevaban sambenitos con llamas y coroza.



  • Cerraban el cortejo las autoridades civiles, con los funcionarios y Familiares del Santo Oficio. 

En la plaza mayor se habían levantado dos tribunas. En una de ellas se colocaba a los reos, al predicador y al lector de sentencias. En la otra -normalmente frente a la anterior- habían asientos para las principales autoridades: la familia real, incluido el Rey, los Inquisidores, miembros del Ayuntamiento y del Cabildo así como otros personajes importantes del reino.



En el estrado destinado a los reos, estos eran colocados según la gravedad de sus delitos:

  • En la parte más alta los relajados al brazo secular. 
  • En el medio los reconciliados. 
  • En la parte baja los penitentes.

El pueblo contemplaba la ceremonia ubicado en tribunas de menores dimensiones y desde todos los rincones de la plaza o los balcones de las casas vecinas.

El Auto de fe se iniciaba con el juramento solemne de todos los asistentes de mantener la absoluta fidelidad a la fe católica y al Tribunal del Santo Oficio. Si estaban presentes los miembros de la familia real eran los primeros en prestarlo. Así, todo un pueblo y el propio estado reafirmaban su compromiso religioso.

El Sermón de la Misa de Apertura

Se procedía a la Misa con un sermón, pronunciado por un orador prestigioso. En él, acomodándolo a las circunstancias, se hacía ver lo errores que conllevaba el alejarse de las creencias católicas.

Lectura de las Sentencias

Continuaba, a la señal de la campanilla del Inquisidor decano, la lectura de las sentencias, la cual ocupaba la mayor parte del día y se realizaba en el siguiente orden:

  1. Reconciliados en forma
  2. Fallecidos absueltos
  3. Ausentes fugitivos relajados al brazo secular en estatua para ser  quemados en efigie
  4. Fallecidos condenados a ser relajados al brazo secular para ser quemados en huesos
  5. Relajados al brazo secular en persona para ser quemados vivos.

Conforme se leían las sentencias, los reos eran introducidos en pequeñas jaulas para que todos les conocieran, hasta el final de la ceremonia.

Las abjuraciones, las absoluciones y la procesión al quemadero

En el estrado principal, concluida ya la lectura de las sentencias, se exigía a los reos que realizasen las abjuraciones del caso. Luego, el inquisidor procedía a absolver a los Penitenciados. Los condenados a muerte eran bajados del estrado, tras lo cual el secretario inquisitorial los entregaban a las autoridades civiles. Seguidamente, en procesión se dirigían las estatuas y los relajados al brazo secular hacia el quemadero, que se hallaba normalmente en las afueras, donde se encendían los braseros u hogueras, ya que la quema de herejes no se hacía nunca en el mismo escenario donde se había instalado el Auto de fe. 


El Auto de fe y la ejecución de las penas se llevaban siempre a cabo en lugares distintos.

La Misa de clausura

La ceremonia solía culminar con la celebración de la misa, dándose por concluido el Auto de fe.

Actividades de conclusión del Auto de fe

El cumplimiento de las demás sentencias se realizaba después -generalmente al día siguiente por la mañana- y estaba a cargo de las autoridades civiles. Estas se encargaban de aplicar las condenas a los sometidos a vergüenza pública, azotes, etc., para lo cual los llevaban en procesión por las calles de la ciudad. Durante ella se ejecutaba la pena. Un secretario de la Inquisición, acompañado por otros empleados, presenciaba la ejecución. Luego se enviaba a cumplir sus sanciones a los condenados a destierro o prisión.

Procesión de devolución de la Cruz Verde

Finalmente, una Procesión realizaba la devolución de la Cruz Verde a su correspondiente santuario. Todo este montaje espectacular, tenía como finalidad fundamental impresionar al público. Estaba concebido para provocar terror reverencial no solo en los reos, sino en le conjunto de la población. 



Julio Caro Baroja cita como párrafo interesante de un Auto de Fe lo siguiente:

Las 18 personas restantes, fueron todas reconciliadas (por haber sido toda su vida de la secta de los brujos), buenas confidentes y que con lagrimas habían pedido misericordia, y que querían volverse de los cristianos. Leyéronse en su sentencia cosas tan horribles y espantosas cuales nunca se han visto: y fue tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el día desde que amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel día. Con todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideración mucho mas al arrepentimiento de sus culpas, que a la gravedad de sus delitos: y al tiempo en que comenzaron a confesar, agravándoles el castigo a los que confesaron más tarde, según la rebeldía que cada cual había tenido en sus confesiones”

Un mal sueño

miércoles, 9 de mayo de 2012

La fuerza de este  fenómeno resultó ser una epidemia. Gran número de personas, pero, sobre todo niños, empezaron a soñar que eran transportados al aquelarre por las noches mientras se hallaban durmiendo en sus camas.


Este estallido de lo que los psicólogos llamarían sueños estereotipados, un sueño repetido,  fue extendiéndose de pueblo en pueblo; noche tras noche, numerosas personas, afectadas por la ola, soñaban que eran transportadas al aquelarre.



Tan pronto como los adultos y los niños embrujados comenzaron a contar públicamente sus experiencias nocturnas, se puso en marcha la rueda del pánico. O como ya hemos comentado,  el propio Salazar dijo: No hubo brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y hablar de ellos.


Los sueños no dieron lugar inmediatamente a las acusaciones; pasó algún tiempo sin que los niños se atreviesen a revelar la identidad de las personas que iban a buscarlos por las noches.

Cuando uno habló a su padre que un pastor lo llevaba al bosque, al  día siguiente, 30 niños más revelaron que el mismo pastor se los llevaba al aquelarre; pero tras la detención del hombre, los niños convinieron en que ahora los llevaba una viuda de sesenta años, y al ser ésta arrestada, los niños no tardaron en acusar a otra mujer.

En las zonas del área afectada por la epidemia de brujomanía se daban los tres componentes: adoctrinamiento previo, sueños repetidos y confesiones extraídas por la fuerza.

Parece ser que la epidemia llegó a su apogeo en verano y otoño de 1611, fechas en que Salazar y sus ayudantes recorrieron la zona publicando el edicto de gracia.

Cada vez que se leía el edicto en una parroquia se predicaba luego contra los brujos en términos tan realistas y sugerentes que Salazar quedó preocupado: En el insano clima actual -escribía en enero de 1612- es pernicioso nombrar esas cosas públicamente, puesto que sólo pueden acarrear al pueblo mayor daño del que ya ha experimentado.
Salazar recomendaba como el mejor remedio contra la expansión de la brujería el silencio absoluto. A partir de entonces, la histeria colectiva inició el descenso, y un año más tarde, en 1613, habla desaparecido totalmente, a excepción de algunos valles del Pirineo, donde la brujomanía apareció tarde. En ningún lugar duró la epidemia más de dos o tres años.


El motivo principal de que durase poco tan peligrosa situación fue su monstruosidad. En algunos lugares se acusó de brujería a más de medio pueblo: niños, mujeres y hombres, ricos y pobres, sacerdotes y seglares -ningún grupo social se libró-. Los niños acusaron, incluso, a sus padres, y viceversa.

Cuando el pueblo, por fin, se dio cuenta de que estaba a punto de provocar el colapso de la sociedad local, surgieron deseos de llegar a un arreglo sin la intervención de la justicia.



A nivel local la epidemia podía neutralizarse a sí misma.

No era esto, lo que los inquisidores Becerra y Valle deseaban: pero gracias a Salazar, la fiebre vasca no pasó de ser un desagradable entreacto. Después de suspender el proceso en masa de Logroño, el Consejo de la Inquisición tornó a su praxis anterior; y mientras varias instancias judiciales europeas continuaron hasta el fin del siglo condenando a las llamas a miles de brujos y brujas, la Inquisición española castigó a un par de miles con penas leves cuando no los declaró inocentes.
No obstante, fue solamente en lo de no quemar a los brujos en lo que España se adelantó al resto de Europa, aunque resulte paradójico, la Inquisición siguió juzgando casos de ese género mucho tiempo después de que los jueces del resto de Europa dejaran de hacerlo.


Por lo visto aún quedaban inquisidores del género especulativo, que pensaban en dirección contraria a la de Salazar Frías, el abogado de las brujas.





El Aquelarre


En estas reuniones veneraban a un macho cabrío con el fin de ofrecer culto al Diablo para obtener de él riquezas y poderes. Esta palabra fue más adelante adoptada por el español para referirse a las reuniones nocturnas de brujas y brujos. Aunque el aquelarre puedes estar relacionado también con los ritos de índole pagano llevados a cabo sin el consentimiento de la religión.


De esta manera, los aquelarres son las reuniones que las brujas celebraban cada mes durante la noche de luna llena, los sabbats. La palabra Sabbat, para referirse a las reuniones de brujas, aparece por primera vez entre 1330 y 1340, en los procesos inquisitoriales en la zona de Carcassone (Toulouse, Francia). Proceso en el que unas mujeres cuentan que eran poseídas por un macho cabrío que les enseñaba toda clase de secretos maléficos: las plantas venenosas, la profanación de cadáveres de niños recién nacidos, que incluso eran devorados por ellas, también la posibilidad de hacer caer granizo, secar el trigo, helar las viñas, producir enfermedades mortales tanto a hombre como animales, etc.

Existen ocho Sabbat durante el año, los sabbats se dividen en cuatro Menores y cuatro Mayores. La Rueda del año los divide alternamente para conformar los ocho periodos. Estos periodos antiguamente regulaban las actividades diarias como las épocas de siembra y cosecha, además de utilizarse para hacer rituales para la prosperidad de estos.

Los aquelarres solían celebrarse en prados cerca de cuevas (como es el caso de Zugarramurdi, en Euskadi), o en claros de bosques, a cierta distancia de donde vivieran, a donde podían acudir las brujas a pie o supuestamente montadas sobre sus escobas. Se cuenta que en ellos el diablo podía elegir en qué forma aparecerse a las brujas, si en su forma animal, como un macho cabrío, bajo forma humana, convirtiéndose en un hombre apuesto pero con oscuras intenciones, o bajo la forma de una bestia.

De acuerdo con la mayoría de los expertos, los brujos europeos de la época medieval en adelante estaban organizados en grupos o aquelarres de doce miembros, la mayor parte de ellos, pero no exclusivamente, formados por mujeres, y por un líder, generalmente, masculino. Este líder estaba considerado como vicario del diablo y muchos de sus fieles más ingenuos le trataban como si fuera el mismo diablo. Tradicionalmente se le representaba vestido de negro o con disfraz de macho cabrío, ciervo u otros animales con cuernos.


Culto Satánico

Si sabemos que el culto cristiano y principalmente el católico, tiene una ceremonia capital en la que vienen condensados todos los símbolos, todos los misterios teológicos, en suma todos los fundamentos de la forma interna y externa de dicha religión y que esta ceremonia es la misa, también debemos saber que el culto satánico de la brujería desde la Edad Media, también tuvo su ceremonia, su simbolismo sintético que abarcaba la protesta suprema contra una manera de vivir en torno a un Dios, en cuyo nombre aquella sociedad, los jueces, los curas y los poderosos de la tierra, anatematizaban, perseguían, encarcelaban, destruían, poniendo trabas al pensamiento y desencadenando una guerra sin cuartel al rebelde de la idea, encarnado en la aborrecible figura del hereje o el brujo.


La brujería opuso en aquellos tiempos la adoración al diablo y el desvió de Dios todo lo que aquel catolicismo predicaba y defendía. Practicaba en sus reuniones la libertad de costumbres, el culto a la carne, la igualdad de todos los hombres y mujeres, ricos o pobres, jóvenes o ancianos, y así comenzó un oficio sacrílego que invertía todas las formas del ritual, y así en el Sabbat surgió la ceremonia de la otra misa: "La Misa Negra".


“La Misa Negra”

Se denomina Misa negra a la ceremonia que emula a la misa católica. Comúnmente es considerada como un ritual de culto a Satanás y como la parodia a la misa cristiana. En general se denomina a un conjunto de rituales de posible trascendencia mágica, que se celebran por grupos de personas afines a diversas creencias, siendo vinculada principalmente con el satánico y la magia negra.

Elementos de una Misa Negra

El sacerdote

Es la persona que dirige la ceremonia. En muchos casos se trata de un religioso excomulgado. Él profanará la hostia sagrada e invitará a los asistentes a hacerlo. Asimismo, también invocará a Satanás en latín y recitará al revés textos cristianos.

La hostia sagrada

Como el objetivo de estas misas es ridiculizar la liturgia cristiana, los seguidores escupen, pisotean o clavan alfileres a una hostia sagrada. En Europa, algunos grupos satánicos la consiguen pagando hasta 500 euros en el mercado sacrílego. El momento más extremo llega cuando la hostia es introducida en la vagina de una mujer desnuda.

El acto sexual
Las misas negras culminan con el coito. En muchas de ellas el acto sexual se lleva a cabo entre los asistentes en una especie de orgía. Sin embargo, existen otras ceremonias en las que el intercambio sólo se da entre el sacerdote y la mujer del altar, y los seguidores simplemente observan.

El color negro

Dentro del sitio en el que se lleva a cabo la misa, las paredes suelen estar pintadas de negro. La mujer que se coloca en el altar (antes de desnudarse) y el sacerdote (así como los asistentes, si así lo desean) pueden vestir trajes largos y negros con capucha. El uso de este color representa la oscuridad de Satanás.

Los objetos

Se utilizan paños mortuorios, estatuas de Satanás y velas rojas con la forma del demonio. En algunos casos se encuentra presente un presunto cráneo humano. Se encienden las velas y se dicen discursos satánicos por alrededor de 20 minutos. Este ritual termina con la entrada de una mujer sin ropa.

El cáliz

Después de introducir la hostia en el cuerpo de la mujer, el sacerdote toma un cáliz, que es una mezcla de semen y secreciones vaginales. Se concibe como un brebaje que da inmortalidad a todo el que lo beba. Los asistentes a la misa también lo ingieren.

La mujer desnuda

O también llamada sacerdotisa, pude ser virgen o no. Ella permanece recostada en un altar mientras se celebra la misa. En algunas ceremonias se le derrama la sangre de animales que fueron sacrificados. El sacerdote copula con ella frente a los asistentes, un poco antes de terminar la ceremonia.

Los seguidores

En estas ceremonias sólo se admite a individuos que pertenecen a grupos satánicos. La entrada está estrictamente prohibida para las personas que sólo desean consumir drogas o tener sexo perverso y, mucho más aún, para los mirones o los periodistas. Los seguidores llevarán a cabo instrucciones del sacerdote.




 

Proceso inquisitorial de Zugarramurdi.

martes, 8 de mayo de 2012

Todo lo que ya hemos comentado dará  lugar al inicio del proceso inquisitorial contra las tenidas por brujas y el consiguiente Auto de Fe.

El Auto  tuvo lugar en Logroño el 8 de Junio de 1610, la Inquisición procesó a cuarenta vecinas acusadas de ser brujas de Zugarramurdi y condenó a 12 de ellas a morir en la hoguera. Las ejecuciones se basaron en la mayor parte de los casos en testimonios basados en supersticiones y envidias que eran poco o nada fiables.

Julio Caro Baroja, considera que la intervención de la Inquisición se produjo como consecuencia de verse obligada a actuar por el celo de la justicia secular, así como por el terror y pánico que se extendió en la región y especialmente en Zugarramurdi como parte lindante con Labourd, al otro lado de la frontera, comisionándose al inquisidor don Juan Valle Alvarado para que realizara una información e inspección por tales lugares.

El inquisidor después de algunos meses y de un minucioso trabajo recogiendo comentarios, denuncias  y tomando en consideración el contenido de las mismas quedaron inculpadas unas trescientas personas, dejando aparte los niños.

Cuarenta de ellas, como más sospechosas y culpables, fueron trasladadas a Logroño e internadas en prisión.

En este proceso, además del inquisidor  Juan Valle Alvarado intervinieron Alonso Becerra Holguín y Alonso de Salazar y Frías, el  ordinario del obispado y cuatro consultores.




Los actos que se les imputaban, la pertenencia  a la secta brujeril de Zugarramurdi, se  consideraban  como  un delito de herejía


Unos hechos nacidos en ocasiones por la tortura que se practicaban sobre los reos, y otros por la imaginación o mentes desequilibradas, y no suponían que el juzgador admitiera la realidad del hecho; pero sí, el acto cometido, que evidenciaba haberse incurrido en el delito de herejía.


Las actuaciones dan comienzo como consecuencia de la denuncia de una joven que delató que una mujer francesa, la persuadió a que fuere con ella a un campo donde se holgaría mucho, enseñándole que debía hacer, e indicándole de que forma debía de renegar, y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenían rodeada, renegó de Dios.

Arrepentida delatará a los brujos que había conocido, resultando inculpadas numerosas personas y entre ellas,: Miguel de Goyburn, rey de los Brujos, su esposa Graciana de Barrenechea, bruja y reina del aquelarre, y sus dos hijas Estevanía y María de Yriart.

Otros personajes importantes del proceso serán Martín Vizcar, alcalde, Joanes de Echaler, brujo y ejecutor de las penas impuestas por el demonio, María de Echalu, bruja, María Yurretteguía  que tendrá una activa intervención en la inquietante historia, con las brujas María Chipia, vieja tullida y tía materna de una bruja que dio mucho que hablar y  de María de Zozoya, que fue confidente, y su sentencia de las más notables y espantosas de cuantas allí se leyeron. Y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora.

Después de dos años que duró el proceso, el 8 de Junio de 1610 un auto de fe sentenció a la hoguera a las conocidas como Brujas de Zugarramurdi.
Las ejecuciones se basaron en la mayor parte de los casos en testimonios basados en supersticiones y envidias que eran poco o nada fiables. En 1614, la Inquisición decidió que no se hablara más del asunto.
Alonso de Becerra y don Juan del Valle,  creen ciegamente en la existencia de brujas y consideran deben ser castigadas de forma rigurosa.          




(Reproducción del escrito de silencio, firmado por los inquisidores)




Entre el criterio de Salazar y los restantes inquisidores desde el momento inicial se produjeron evidentes  discrepancias.                                                                                                        

Este inquisidor tras estudiar todo el sumario llegará a la conclusión de que los acusados de brujería habían sido procesados "injustamente", ya que no existían pruebas suficientes, claras y concretas, que revelen la realidad de los hechos y que tanto las denuncias como las acusaciones son producto de la imaginación. Las contradicciones resultan evidentes y en muchas ocasiones la realidad de la imposibilidad de realización del acto imputado.

El proceso ha sido considerado como uno de los más importantes de la época, siendo para unos objeto de críticas por la falta de rigor y seriedad  en que se basaban las condenas, mientras que para otros eran necesarias para reprimir el culto a la brujería,

Razones de un temor

domingo, 6 de mayo de 2012

Si Satanás no anduvo suelto por la verde y frondosa Rioja, ¿por qué cundió el pánico de las brujas por la región en los comienzos del siglo XVII?

Los archivos de la Inquisición y, especialmente, los informes que Salazar hizo de su visita a las provincias vascas en 1611, nos permiten hoy reconstruir con gran precisión cómo surge y se propaga una epidemia de brujomanía, algo que aún no ha sido posible a los historiadores hacer en otras zonas.


En el norte de Navarra, donde el pánico se extendió en el curso del invierno de 1611 a 1612, observó Salazar que los sospechosos corrían peligro de ser linchados por las masas: se les tiraba piedras, encendían hogueras alrededor de sus casas ya algunos les destruyeron la casa con ellos dentro.

La gente de los pueblos recurría a toda clase de tormentos para obligar a los sospechosos a confesarse brujos.



 

Algunos fueron atados a los árboles frutales y abandonados allí durante la noche de invierno; pusieron a otros con los pies en agua hasta que ésta se helaba; descendieron a otros con una cuerda desde un puente y les sumergieron en las frias aguas del río.


En algunos lugares la gente sacó a rrastras a los brujos de sus casas en hilera, los colgó por las piernas de los peldaños de una larga escalera de mano, y de esa guisa recorrieron el pueblo alumbrados por antorchas entre gritos, golpes e improperios.

La violencia popular de las montañas de Navarra llegó a costar la vida aquel invierno a varias personas. Entre las víctimas se encontraba una mujer encinta, que expiró atada a un banco, mientras un nutrido grupo de gente en nombre de la ley la interrogaba aplicándole el garrote.



Pero Salazar no se limitó a informar, intentó, también, hallar una explicación. Deseaba comprender aquel súbito pánico -puesto que realmente había sido repentino-, y uno de los resultados más sorprendentes de sus pesquisas fue el descubrimiento de que, antes del inicio de las persecuciones, la supuesta secta de brujos era totalmente desconocida entre los vascos de la parte española de los Pirineos.



Existían, ciertamente, temores respecto a alguna aislada bruja de pueblo, a la que se creía con poder para hechizar a los vecinos, mas nadie había tenido noticia de que las brujas perteneciesen a una organización secreta ni de que celebrasen juntas nocturnas.


Incluso los más ancianos aseguraban ignorar lo que era un aquelarre. los aldeanos vasco-españoles lo supieron cuando el juez francés Pierre de Lancre, del Parlamento de Burdeos, hizo quemar, en 1609, a 100 brujos del País de Labourd, al lado francés de los Pirineos.



  Hasta ese año el furor de la brujomanía no se extendió a España, y, para empezar, atacó solamente a cuatro o cinco pueblecitos de la frontera.

Las noticias de la existencia de una secta de brujos llegaron por varios conductos: a través de rumores procedentes de Francia; por boca de personas que se habían desplazado a Bayona a presenciar la quema de brujos y brujas franceses y, por último, por medio de los sermones de los curas locales, exhortados por la Inquisición a prevenir a sus feligreses contra los brujos que se decía pululaban por aquellas parroquias.

En Ias otras zonas pertenecientes a la jurisdicción del tribunal de Logroño reinaron la paz y la tranquilidad hasta el año 1610, fecha en que varios predicadores fueron enviados a las montañas para convertir a los que se hubieran dejado influir por la mala secta: