A
la vez que se desarrollaba en Zugarramurdi, el proceso por brujería
más relevante de la historia de España, Pierre de Lancre realizaba una feroz
persecución en el País Vasco francés —en Labourd—, triste episodio sobre el que
dejaría varios escritos.
El número total de víctimas
de la caza de brujas no puede ser establecido de modo completamente fiable,
debido a que una gran cantidad de actas de juicios se han perdido, y muchos
procesos no se registraron nunca de forma oficial.
Los primeros cálculos que se
hicieron eran muy exagerados,
En la actualidad existe un cierto consenso, basado en las cifras parciales de
que se dispone, en que el número total de procesos en Europa para toda la Edad
Moderna debió de rondar los 110.000, que habrían producido unas 60.000
ejecuciones
La cuestión de si las brujos ejecutados eran o no culpables de los delitos de los que se les acusaba es objeto de debate. Dejando aparte el hecho de que muchos de los delitos que se les achacaban son imposibles según las leyes de la Naturaleza, es posible que cierto número de brujas y brujos sí practicaran la magia negra, tomaran parte en reuniones nocturnas y tuvieran una verdadera intención de dañar.
No obstante, es muy probable
que la mayoría de las víctimas fueran absolutamente inocentes de practicar la
magia, y su acusación respondiera únicamente al hecho de haber sido delatadas
por otros procesados sometidos a tortura, o a la reacción de la comunidad ante
un hecho aparentemente inexplicable. Se debate actualmente hasta qué
punto algunas de las actividades atribuidas a la brujería, como la asistencia a
los aquelarres, tuvieron lugar en realidad, o son producto de la aplicación sistemática
de la tortura a los acusados.
La inmensa mayoría de las
personas procesadas por brujería fueron mujeres. En la mayoría de las regiones
de Europa, la proporción de mujeres sobrepasó el 75%, y en algunas llegó
incluso al 90%.
Esto se explica en gran
medida por el fuerte carácter misógino
de muchos de los tratados sobre la brujería escritos en la época (como el antes
mencionado Malleus maleficarum), que consideraban a
las mujeres moralmente más débiles y presa más fácil para el Diablo.
Muchas de estas mujeres eran
curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así como las encargadas de
cuidar niños, fueron objeto de la caza de brujas. Gran parte de ellas eran de
edad avanzada, mayores de 50 años, lo que se ajusta al estereotipo tradicional
de la bruja y el mismo perfil que el ya anunciado para las brujas de
Zugarramurdi. La mayoría de las mujeres acusadas de brujería eran solteras o
viudas, y en general pertenecían a los niveles más bajos de la sociedad.
No quiere esto decir que
todas las personas ejecutadas en las cazas de brujas se ajustaran a este patrón.
Muchos hombres fueron también ajusticiados bajo las mismas acusaciones, y en
algunas regiones (en España, por ejemplo) el número de víctimas masculinas y
femeninas fue bastante parejo, y en otros (como en Rusia) los hombres fueron
mayoría.
En Suiza hubo dos casos en
los que se acusó y se llevó ante el juez a grupos de niños. En el primer
proceso, los niños no fueron liberados hasta que intervinieron inquisidores de
Roma. En el segundo, el tribunal civil obligó a los padres a elegir entre
expulsar de casa a los niños y presentar un certificado de su muerte o
envenenar ellos mismos a sus hijos. Parece ser que muchos padres efectivamente
envenenaron a los hijos.
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