La Propaganda

domingo, 6 de mayo de 2012

La propaganda  ha vendido la idea de una España negra donde la Inquisición quemaba brujas para gozo de una población fanatizada. Pero la realidad es exactamente la contraria:
España es el país de Europa que, menos brujas quemó, y ello, precisamente, gracias al celo jurídico de la Inquisición. Fue a principios del XVII.

En esta historia hay un nombre propio: el inquisidor don Alonso de Salazar Frías, un hombre de fe, pero también de razón, que descubrió que la inmensa mayoría de los casos de brujería era pura patraña. Salazar pasó a la historia como “el abogado de las brujas”. Mientras el resto de Europa (y Norteamérica) seguía con sus cazas de brujas, ya hacía un siglo que España había prohibido esa práctica.

Podemos comenzar nuestra historia a finales del siglo XVI, porque la quema de brujas no fue tanto cosa medieval como de los siglos posteriores. En toda Europa hay una auténtica fiebre contra las brujas.

Las cifras son alucinantes: se calcula que entre los siglos XV y XVIII habrá 100.000 juicios por brujería, de los que la mitad, 50.000, terminaron con la quema del acusado.

Pues bien: de esas muertes, la mitad ocurrieron en los estados alemanes; en Francia llegaron a 4.000; en países tan pequeños como Liechtenstein, las quemas alcanzarán al 10% de la población, nada menos



España no quedará fuera de estos procesos por brujería, aunque nuestras cifras durante el siglo XVI son comparativamente escasas; algún autor extranjero de la época lo atribuye a que ni el Diablo se fiaba de los españoles. Sin embargo, a finales de ese siglo XVI se observa un aumento de la persecución.

Por qué? La ola viene de Francia, y más precisamente de un gran jurista y filósofo político, Juan Bodino, que en 1580 ha publicado su Demonomanía de los brujos. ¿Y qué hace un jurista hablando de estas cosas? No era sólo Bodino; en aquella época, los intelectuales concedían a la demonología gran atención y, de hecho, el ámbito donde se planteaban estas materias no era tanto el eclesiástico como el de la cultura civil. Esta preocupación era reflejo de la general creencia popular en brujos y hechicerías.



Bodino añadió un argumento político: los brujos, al reconocer como único señor a Satanás, eran enemigos del Estado.


Por estas y otras razones, hacia 1600 hay un verdadero fenómeno de terror colectivo en torno a la brujería. La mecha prende en la región vascofrancesa de Lapurdi. Para atender las numerosas denuncias de brujería, el rey de Francia, a petición de los regidores locales, envía a un juez especial, Pierre de Lancre, un hombre absolutamente convencido de la necesidad de erradicar la brujería a sangre y fuego. Lancre entró a saco: acusó formalmente a 3.000 vecinos y mandó quemar a unos 600, entre ellos a tres curas.

Portugal e Italia, los países donde funcionaba la Inquisición, fueron los que menos cazas de supuestas brujas conocieron. Gracias al sentido común de detectives como Alonso de Salazar.

"Hace 400 años se celebró el mayor proceso inquisitorial contra la brujería de la historia. Un burgalés salvó de la hoguera a 5.000 personas". (del Diario de BUrgos, 6 de Mayo de 2012).

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